" Un cuento de fantasmas debe transcurrir en un marco familiar y contemporáneo que la acerque a la esfera de experiencias del lector. Además los fenómenos espectrales deben ser malévolos más que beneficiosos; dado que el miedo es la principal intención a suscitar. Y por último, debe evitarse
escrupulosamente la jerga técnica del "ocultismo" o pseudo ciencia, con objeto de que la verosimilitud casual no se vea ahogada por una pedantería nada convincente"
M.R.James (1862-1936).
Conocí a mi erudito amigo Mountaghe Rhodes James a finales del S.XIX cuando eramos miembros del departamento de arqueología del museo Fitzwilliam (el excavaba y yo exquilmaba). Después estuvimos juntos 40 años compilando el Poema de Alexander ya que ambos eramos excelentes paleógrafos y viajamos largos años por Chipre, Dinamarca, Baviera, Austria y Suecia. Durante esos años pudo ver en acción a este viejo y obsoleto vampiro, decidiéndose así a escribir sus 31 relatos de fantasmas; tuvo una buena inspiración y encima teníamos el mismo escritor de cabecera, el genial Le Fanu (mi colega siempre lo prefirió antes que a Poe, yo también *).
Fue sin duda el mejor escritor de "ghost histories" ya que sus relatos cambiaron la estética literaria de la época y se convirtió en un verdadero innovador. Abundan en sus escritos un sano humor irónico y hay en ellas un leve atisbo de aclaración racional ante los fenómenos paranormales que se nos presentan, detalle inaudito para la literatura de fantasmas anterior. Sus fantasmas están
totalmente alejados de los victorianos; famélicos, aburridos y estáticos, sus apariciones son seres abominables procedentes del mismo averno que se instalan en la sociedad burguesa de la época. Desechaba la jerga técnica que utilizaban los mediums vividores y paracientíficos de su época para no caer en la pedantería, derramando en cambio sus excelentes conocimientos en las diversas materias que dominó a lo largo de su vida. Sus protagonistas son hombres tranquilos, íntegros, sin antecedentes paranormales a sus espaldas: latinistas ( El tesoro del Abad Thomas), exégetas de la Biblia (El Tratado Middoth), historiadores (Número 13), arqueólogos ( Aviso a los curiosos) y una pléyade de sujetos inspirados en sus inquietudes. El ambiente en que se mueven son comunes y reconocibles para sus coetáneos y reflejan el mundo en que él se mueve habitualmente:
archivos polvorientos, cementerios, iglesias, viejos museos, posadas rurales y la ciudad. La documentación que utiliza en sus relatos es minuciosa, pero totalmente falsa. Se inventa manuscritos, libros y citas en latín que daban credibilidad a los sucesos que acontecen, mecanismo copiado hasta la saciedad por autores posteriores. Cuando estuvimos en la fría Suecia; donde él que aquí escribe se sació de un fresquito RH+, donde situará la historia "El conde Magnus". Es la única que no está ubicada en su Inglaterra natal y se inspiro en un personaje real del S. XVII, el conde Magnus Grabiel de la Gardie, individuo que no me es muy grato y que apaleo todas las mañanas en las mazmorras del antro antes de irme a dormir, es una buena terapia para coger el sueño. Hasta la próxima débiles mortales, mi socio James; al que vampirize hace tiempo, va a leer su primera historia dedicada a los de nuestra raza ante un amplio auditorio y no me la quiero perder.
*Ver Carmilla en artículos anteriores.
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