miércoles, 17 de septiembre de 2014

La Reina Cadáver.




Doña Inés de Castro(1325-1355), era hija bastarda del hidalgo gallego don Pedro Fernández de Castro y de doña Adoniza Soares. Nació en la comarca de A Limia y tenía un linaje de alto abolengo, ya que era biznieta de Sancho IV de Castilla y prima segunda de Pedro I. Quedó huerfana de madre siendo muy niña y fue enviada al castillo de Peñafiel (Valladolid), donde creció al lado de Constanza, la hija del infante de Castilla don Juan Manuel; prometida al heredero al trono de Portugal, don Pedro (1320-1367). En 1340 llega a Portugal como dama de compañía de doña Constanza que contrajo matrimonio con el infante de Portugal. Don Pedro se enamoró de ella nada más verla, pues según dicen los cronistas era una belleza esbelta de ojos claros. La esposa se dio cuenta y preparó un ardid para separar a los enamorados. Designó a doña Inés madrina del recién nacido infante don Luis, confiaba en que el parentesco espiritual ratificado en el bautismo indujese a los amantes a concluir con su ya apasionada relación. El infante murió a los pocos meses y el romance continuó para satisfacción de ambos. Aquello era ya un escándalo y el rey Alfonso IV desterró a doña Inés de Portugal. Eso no mitigó la pasión y en espera de tiempos mejores, ambos continuaron viéndose en el castillo de la localidad extremeña de Albulquerque. En octubre de 1345 falleció la esposa durante el parto del infante don Fernando y el príncipe ya viudo se fue a vivir con su amada lejos de la corte, al norte de Portugal, donde nacieron los infantes don Alfonso, don Dinis y doña Beatriz. Más tarde retornaron a Coimbra, instalándose en una finca situada en las laderas del valle que baña el río Mondego y que en recuerdo de los luctuosos sucesos que allí ocurrieron más tarde pasaría a conocerse como "Quinta das lágrimas". La felicidad les duró poco, ya que Alfonso IV quería dejar zanjada la
sucesión dinástica y quería casar a su hijo con una princesa de sangre real. Su nieto legítimo era un niño frágil mientras que los cuatro bastardos eran mucho más fuertes y robustos, por lo que temía que en el futuro su reino se vería
envuelto en guerras sucesorias. Don Pedro se negó a volver a contraer nupcias y esa fue la sentencia de muerte para la bella amante. Durante un consejo celebrado en el palacio Montemor, el rey dio su consentimiento para el asesinato que debía realizarse en la propia residencia de la pareja en Coimbra durante alguna ausencia de don Pedro. Los verdugos elegidos para ejecutar la sentencia fueron tres cortesanos: Pero Coelho, Alvaro Gonsalves y Diego López Pacheco. El día siete de enero de 1355, el trío de sicarios degollaron a la víctima en el jardín de su residencia y en presencia de sus hijos. Don Pedro se levantó contra su padre liderando a una facción de la nobleza y llegaron a sitiar Oporto. La reina doña Beatriz medió entre ambos y logró la paz; pero no la reconciliación, entre ambos contendientes. Se formalizó  la tregua en Canaveses (1355), el rey delegaba sus responsabilidades en el heredero, a cambio, el hijo debía deponer las armas y prometía olvidar el pasado, perdonando a todos los imputados en la conjura que había acabado con la vida de su amada.
En 1357 murió Alfonso IV y el nuevo rey decidió dar curso a una venganza largo tiempo acariciada y esperada. Los asesinos se habían refugiado en Castilla y don Pedro negoció con el monarca castellano; con el que compartía nombre y similar apodo (Pedro I El Cruel o El Justiciero), para intencambiar a los tres verdugos por algunos refugiados en Portugal. Diego López Pacheco logró escapar por Aragón hacia Francia y no se supo nada más de él, pero los otros dos no tuvieron tanta suerte. La esperada venganza ocurrió en el palacio de Santarem en presencia de varios cortesanos. Mandó preparar un espléndido banquete mientras la pareja de desgraciados eran atados a sendos postes de suplicio donde fueron largamente torturados. Luego se les arrancó el corazón en vida y el rey se dedicó a morder las vísceras con odio y fruición. Dicen que la venganza es un plato que se come frío, pero en este caso se sirvió muy caliente, no creen. El culmen de este delirio llegó en 1360, Pedro I realizó en presencia de la Corte la declaración de Cantanhede, jurando que un año antes de la muerte de doña Inés ya  ambos habían contraído matrimonio en secreto. Así alcanzaba el rango de reina y se legitimaban a sus hijos. En el monasterio de Alcobaca ordenó esculpir un bello túmulo funerario para su amor, siendo los restos trasladados desde Coimbra en una lúgubre comitiva encabezada por el monarca. Por el camino hacia la Corte el pueblo llano se lamentaba, lloraba y rezaba. Cuando llegaron, el cadáver  se engalanó con vestimentas reales y fue sentado en el trono donde los nobles le rindieron homenaje, besando su mano en señal de fidelidad y vasallaje. Muchos historiadores ponen en entredicho la celebración de tan macabra ceremonia pero, cuando el río suena.....









Sarcófago de doña Inés.



















No hay comentarios:

Publicar un comentario