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lunes, 25 de noviembre de 2013
El Vampiro en China.
Los antiguos chinos pensaban que el mundo de allá abajo estaba poblado de seres (ming o kuei) que no debían salir de allí, pero que se escapan cuando la sequía agrieta la tierra. Para que regresaran a su morada subterránea, bastaba con humedecer el suelo de tal manera que la libación penetre ,ofrendando carne de la que mana sangre. Los difuntos poseían dos almas: el alma aliento(huen) y el alma sangre(po). Cuando partía la primera, la segunda quedaba abandonada y sin el control del huen se dejaba llevar por sus malos instintos. Mientras el muerto no sea inhumado según los ritos, el po conserva su poder maléfico, puede salir del cuerpo y acosar a los vivos. Cuando cae la noche, el cadáver se convierte en kiang-kuei; uno de los demonios más peligrosos, que trata de apoderarse de los vivos y cuyo abrazo provoca la muerte inmediata. En cuanto a los huei abandonados, demonios por destino, almas de hombres superiores que han tenido una muerte violenta o prematura, suicidas, asesinados, soldados caídos en combate, varones que no han tenido hijos, no pueden, por haber muerto sin cumplir los ritos de inhumación; ni dirigirse al país de los muertos, ni ser juzgados, ni reencarnarse: están condenados a merodear por la tierra sin alejarse demasiado del cadáver. Dependen, para su subsistencia, del alimento que se tenga a bien darles. Si su miseria es demasiado grande, salen de su pasividad y se abastecen por sí mismos, así que mucho cuidado.
¿Cómo defenderse de ellos? Frazer en su obra "La Rama Dorada", nos relataba un caso acaecido en la provincia de Tainan (China). Un carpintero vivía en los altos de una casa donde se hallaba un cadáver colocado en su ataúd. Por la noche el kiang-kuei salió del féretro y subió la escalera rumbo a la casa del artesano. Su cabeza era horrible, completamente blanca, ojos enormes, bigotes y cejas largas como los mismos cabellos y dientes largos y puntiagudos en una boca entrabierta que babeaba sangre. El carpintero cogió su escuadra (instrumento sagrado de la corporación) y así mantuvo a distancia al ente agresora estando así hasta que amaneció y el ser volvió a su ataúd. Es decir, la mejor defensa es usar un elemento de la profesión del agredido y defenderse de él. Para matarlo el remedio tradicional que nunca falla, cortarle la cabeza e incinerarlo.
Fotograma de "Kung Fu contra los Siete Vampiros de Oro" Hammer.1974.
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