En tiempos del rey Arturo las naciones no eran sino pequeños estados amalgamados y vinculados entre sí por uniones matrimoniales o por el derecho de conquista. Cada parcela de terreno tenía su señor, sus armas y sus banderas. Lo que habían concedido los nobles al osado monarca era su reconocimiento a un señor que hacía a veces de juez y que moderaba los litigios que pudieran surgir entre ellos. Esta situación se complicaba porque muchos de estos
dominios pertenecían a señores paganos que no los habitaban ininterrumpidamente sino que llegaban allende de los mares al terminar la estación de las tormentas y permanecían cierto tiempo para marcharse a continuación con los bienes y beneficios de sus tierras y también de las ajenas. La región sudoriental de la isla estaba en poder de estos aventureros, de modo que el reino de Arturo sólo gozaba de dicha independencia en la zona occidental, que comprendía Gales y el sudoeste de Inglaterra.
Desde aquí y con sus nobles más fieles comenzó la reconquista, atacando a los invasores paganos y obligándolos a replegarse. Muchos huyeron hacia el sur y se embarcaron de vuelta al continente, otros marcharon hacia el norte que estaba escasamente poblado. Allí marchó el joven rey con sus mesnadas y un primo suyo fue muerto por un hombre de armas llamado Balin y al que se le conocía por el apodo de "El Salvaje". No era pagano ni venía del mar. Sólo se había opuesto junto a su hermano gemelo Balan a lo que ellos consideraban un afán de conquista del rey Arturo. Tras duras batallas cayó prisionero, pero el sabio gobernante lo acogió en su corte para que observara las leyes y costumbres de ese nuevo reino que se estaba forjando. Al cabo de los meses creció un afecto mutuo entre ellos aunque en la corte no apreciaban los toscos modales del cortesano-prisionero. Todo transcurría con normalidad hasta que Rience, un señor que tenía su castillo en el norte de Gales sufrió una serie de malas cosechas por lo que resolvió atacar a sus vecinos y llevarse cuanto de valor había en sus tierras. El soberano decidió tomar cartas en el asunto y empezaron los preparativos cuando apareció una joven doncella por la corte que portaba una poderosa espada. Dijo a Arturo que deseaba librarse de ella, pero que sólo un caballero de reconocida valentía y de gran integridad sería capaz de aliviarle de aquella pesada carga. Ninguno de los paladines logró arrebatársela y Balin silencioso observaba a la muchacha desde el fondo de la estancia. Cuando la joven abandonaba el recinto el Salvaje le pidió probar y al empuñarla, esta se le quedó entre los dedos ante el asombro,envidia y fastidio de los presentes en la corte. Pero la doncella no estaba de acuerdo y le pidió el arma a su nuevo dueño, que se negó rotundamente a dársela y a cambio recibió una maldición, mataría con ella al ser que más quiere causándole además su propia perdición.


Llegó al castillo de Carbonek y allí le invitaron a comer en un gran salón. Mientras engullía los alimentos miraba al rostro de los comensales hasta que su vista se paró en un rostro que se difuminaba con la oscuridad. Se levantó de la mesa y haciendo alarde de su apodo golpeó la cara sombría, sacó su acero y de un mandoble hendió el cráneo de Garlon. Todos cargaron contra el agresor que fue al final desarmado por el propio Pelles. Balin corrió desarmado a las estancias superiores y entro en una de ellas que estaba ricamente adornada. Encontró una lanza bellamente decorada junto a un cuerpo incorrupto y se defendió con ella. Tocó con la punta de la lanza al caballero Pelles que cayó al suelo fulminado mientras se derrumbaba el castillo. Allí, entre los escombros, estuvo sepultado tres días. Fue rescatado por Merlín, éste le explicó que el cadáver era José de Arimatea y que había profanado la Santa Lanza al mezclarla en una aventura profana. Nuestro protagonista vagó por la tierra sabiendo que su hora estaba cerca y oía un cuerno fantasmal que anunciaba su muerte. LLegó a una fortaleza donde le dieron hospedaje. Le adviertieron que tendría que pasar por las tierras de un caballero que vivía en un castillo situado en una isla. Este tenía la costumbre de batirse con todos aquellos que se aventuraran a cruzar sus dominios. Esto no amedentró a Balin que se propuso ir directamente a la isla para acabar lo más pronto posible el asunto, pero tuvo que dejar el escudo con

MUY BUENO
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