Un popular grabado de gran tirada, titulado The Crying Boy, causó una gran alarma en la Gran Bretaña de los años ochenta. Había varias versiones del grabado, en las que un niño lloroso miraba nostálgico al observador. El tabloide sensacionalista The Sun había lanzado la idea de que aquellos inocentes y llorosos infantes causaban mal de ojo. Las casas donde se exhibían eran propensas a incendiarse, pero los cuadros quedaban intactos. Esta aservación pudo haber surgido de una entrvista con Peter Hall, un oficial de bomberos de Yorkshire, Inglaterra, quien aseguró que esas pinturas intactas fueron encontradas en hogares incendiados. The Sun publicó un gran número de historias sobre el mal de ojo del Crying Boy y los lectores escribieron sus propias experiencias para así confirmar el fenómeno. Se proporcionaron nombres y sitios, lo que hizo que el asunto se viera como algo más que simple imaginación. Un presunto iluminado dijo que el artista había maltratado al modelo y que eso provocaba la maldición. Los escépticos atribuyeron la historia a la coincidencia, la superstición, la ignorancia y el poder mediático de los medios informativos. En 1985, durante la fiesta de las fogatas de Guy Fawkes*, miles de reproducciones fueron quemadas. En febrero del año siguiente, un pensionista murió en el incendio de su casa en Weston-Super-Mare, Avon, Inglaterra y allí, en la pared de un cuarto quemado, el conocido lienzo. Este fue el último caso datado, después pasó la alarma, pero aún así, no les recomiendo colgar en la pared a un niño llorando.
* Ver Samahin. La noche de los muertos
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