Horace Walpole |
El cuento de miedo no surgió como
género autónomo hasta bien entrado el siglo XVIII, aunque elementos
terroríficos y sobrenaturales pueden rastrearse en el folklore de todos los
pueblos, bajo formas preferentemente métricas, desde baladas, crónicas y
leyendas, incluyendo textos mitológicos o sagrados. La publicación en 1764 de
"El Castillo de Otranto", de Horace Walpole ,marcó el punto de
partida de lo que pronto se denominaría novela gótica o negra, por el entorno
de sus historias y su marcado gusto por lo macabro. La obra dotada de un estilo
simple y puro nos la presentaba el novelista como una traducción basada en un
texto impreso en Nápoles en 1529 y encontrado en una biblioteca inglesa. Al
citar una fuente ajena, el autor intentaba avalar la veracidad del relato y nos
situaba la acción en una fortaleza medieval italiana de la época de las
cruzadas. Así comenzó entre los lectores un generalizado entusiasmo por la Edad
Media y sus ruinas. Se extendió primero por Inglaterra y luego por todo el
continente europeo; principalmente por Alemania. El nuevo género creó una
válvula de escape a la cruda realidad y proporcionaba a sus incondicionales el
retorno a una tenebrosa época histórica definitivamente periclitada pero no
olvidada. Frente al materialismo ateo que imperaba en Europa, los góticos
optaron por el irracionalismo y la barbarie del Medievo. Época en la que los
prodigios y las maravillas estaban a la orden del día debido a la desmesurada
credulidad de sus gentes. Basándose en antiguos romances y leyendas piadosas,
la ficción gótica consiguió unir el tono imponente de los libros antiguos de
Caballería con la acertada exhibición del carácter humano y el contraste de
sentimientos del mismo, perfectamente delineados en la novela moderna. La
escuela que generó Horace se propagó y adquirió unos rasgos característicos
propios dentro de su esquema narrativo. La acción se situaba preferentemente en
un castillo feudal, con mazmorras, corredores secretos, laberínticas galerías,
bóvedas, osarios y húmedos muros. Para la ubicación geográfica se preferían los
países latinos o germánicos y su dinámica interior solía seguir dos líneas
argumentales: un misterioso crimen del pasado o un amor ilícito o imposible.
Los personajes están perfectamente estereotipados: desde el villano de rostro
sombrío, ojos penetrantes y estirpe mefistofélica, hasta la virginal heroína
perseguida y ultrajada, pasando por caballeros andantes, feroces espadachines,
monjes malvados...,sin faltar el valeroso héroe, generalmente de noble cuna que
oculta su identidad bajo un disfraz. Existía un atrezo indispensable: dagas
manchadas de sangre, esqueletos, cadáveres en descomposición, gemidos de
ultratumba ,Inquisición, asesinatos, persecuciones y una gran profusión de
elementos sobrenaturales: fantasmas, brujas, magos, ninfas, apariciones
,estatuas que sangran y cuadros con vida propia. Este nueva corriente fue
seguida preferentemente por lectoras femeninas y a Walpole le imitaron una
pléyade deslumbrante de escritoras: Anne Letitia Aikin(Mrs Barbauld), Clara
Reeve, Sophia Lee, Julia Anne Curtis (Anne of Swansea) y sobre todas ellas, Mrs
Ann Radclive. Con esta última el género alcanzó su mayoría de edad legándonos
dos obras maestras: "Los misterios de Udolfo "(1794) y" El
confesionario de los penitentes negros"(1797). Usando una rica
ornamentación estilística y un ingenioso pero ácido racionalismo nos presenta a
la intrépida heroína gótica con la que fácilmente se identificaron las
señoritas de la época, fue alabada por Walter Scott, fuente de inspiración para
Jane Austen y musa para la pensadora Mary Wollstonecraft.
Como interludio apareció un excéntrico
aristócrata llamado William Beckford, arabista en lugar de medievalista aportó
el refinamiento oriental junto a unas generosas dosis de crueldad en su famosa
"Historia del califa Vathek"(1897), donde consiguió una sutil
amalgama entre lo maravilloso y lo repulsivo. Debido a las concepciones
fantásticas que jalonan el texto y al hecho del que el protagonista venda su
alma al diablo hizo que dicha novela fuera ampliamente revalorizada por los
simbolistas franceses del s XIX convirtiéndose en uno de sus libros de culto.
Pero los que verdaderamente llevaron el género a su verdadero apogeo fueron
Matthew Gregory Lewis y el clérigo irlandés Charles Robert
Matutin,introductores y máximos responsables de la vertiente más negra y
frenética del terror gótico. El primero se consagró con "El
monje"(1796), obra en la que criticaba a la Inquisición española. Opuso la
violencia, el suspense y el sexo a través de una narrativa más complicada y
sobre todo osada, pecando a veces de mal gusto. Fue criticado por obsceno y
tuvo que modificar su opera prima en la segunda edición de 1798. En 1799 vuelve
a sorprendernos con "La anaconda" donde se alejaba notablemente de
los cánones góticos, tanto en la temática como en el desarrollo. Lewis saca un
excelente partido del exotismo selvático y misterioso de las Indias Orientales,
usando al gigantesco ofidio como trama de una horripilante y espantosa intriga
donde vierte toda su artillería verbal. Matutin destacó por "Melmoth el
Errabundo"(1820), obra inspirada en la leyenda del judío errante. Melmoth
pacta con Satán y vende su alma a cambio de la inmortalidad.
Después de
doscientos años de existencia y cansado de tan pesada carga intentará pasársela
a otro infeliz a cambio de su alma. Influyó notablemente en Lovecraft ,quién
llegó a afirmar que sus estremecimientos eran los más convincentes del género
negro. Para cerrar tan amplía galería de genios nadie mejor que Mary
Wollstonecraft Shelly, autora del celebérrimo "Frankestein"(1817),
singular y heterodoxo espécimen gótico más cercano a la futura ciencia-ficción
que al terror propiamente dicho. Tuvo el honor de finalizar el género con
"El Sueño"(1891), que, si bien puede desmerecer en comparación a su
indiscutible opera prima, su temática y
estilo son decididamente góticos, muy representativo dentro del género pese a
lo tardío de su elaboración. Es curioso ver aún
hoy en día en numerosos medios de comunicación a los fantasmas que nos
describe Shelly, lo que actualmente es conocido en el ámbito de la psiquiatría
como "parálisis del sueño" o "alucinaciones hipnagógicas";
visiones fugaces entre la vigilia y el sueño, lugar donde sitúa la autora a sus
entes fantasmagóricos. Espero que esta breve introducción pique la curiosidad
de los lectores y descubran a los verdaderos maestros del terror.
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