miércoles, 7 de mayo de 2014

Grimorios.





Tengo por el antro una colección de manuscritos redactados a mano que ya están empezando a devorar las ratas y he decidido ponerlos a salvo. Entre ellos tengo unos viejos grimorios, los antiguos libros de invocaciones, ritos y conjuros mágicos. Casi siempre vienen explicados con gran lujo de detalle y un gran despliegue de mojigatería. La mayor parte de ellos datan de los siglos XVI al XVIII, aunque sus oscuros compiladores aseguren que su contenido se basa en antiguos textos, preferiblemente hebraicos y egipcios. Como manuales prácticos han sido rara vez tomados en serio por los estudiosos del ocultismo, pero como objetos históricos resultan fascinantes. La mayoría circularon en forma manuscrita y sólo unos pocos fueron impresos. Los preliminares  de las
operaciones mágicas eran tan complicados y exagerados que parecían elaborados para acabar con las aficiones mágicas de los supuestos hechiceros. Entre los grimorios más conocidos figuran la Clavícula de Salomón, que parece basado amplia y vagamente en la tradición cabalística y astrológica. Incluye instrucciones detalladas para invocar a ángeles, demonios y como protegerse de ellos; se le atribuye al rey Salomón. El Gran Grimorio era también uno de los más conocidos. Pretende ser una transcripción directa de los escritos salomónicos sobre esoterismo. Utiliza una fuente más reciente que el anterior; la del sabio y mago Agrippa, e incluye una receta fáustica para lograr un pacto infalible con el demonio. El último con el que finalizo esta azufrada trilogía es el Grimorio de Honorio el Grande, que fue bautizado calumniosamente con el nombre de un papa del siglo XIII pero que se cree que data del S XVI. El Honorio utiliza muchos elementos de la liturgia
católica en sus instrucciones para entrar en contacto con el maligno por lo que fue tachado de blasfemo y sus ejemplares muy codiciados y perseguidos.  Ahora los dejo con tres infernales amigos y así continuar con el compendio de diablos que comenzé más atras.


                                                               Fausto.


 Demonios II.


Amon. Poderoso marqués con aspecto de lobo y cola de serpiente. En forma humana asume sólo su cuerpo, la cabeza es la de un buho con un pico dotado de afilados caninos. Conoce el pasado y el futuro y tiene la facultad de reconciliar a los amigos en litigio. Manda cuarenta legiones y nos viene del panteón egipcio.



Andras. Obstenta el grado de marqués. Tiene cuerpo de ángel con cabeza de mochuelo y  portando una espada cabalga un lobo negro. Tiene bajo su mando treinta legiones. Es maestro en fomentar la discordia, enseña a matar a sus protegidos para que no tengan remordimientos y alimenta las pendencias
entre amos y servidores.

Anticristo. Demonio de orden inferior. Prestidigitador y nigromante, su cometido consiste en divertir a los otros demonios. No hay que confundirlo con la personalidad que, se opondrá a Dios, pocos años antes del Fin del Mundo y que será destruido por los jinetes del Apocalipsis.













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