lunes, 15 de enero de 2018

La Peste Negra.

Escudo de Plagas: la muerte coronada como vencedora. 1607-37, Augsburg, Alemania


Es curioso, pero el mayor asesino que asoló  Europa fue una bacteria, que a mediados del s. XIV llegó por mar transportada por una rata. Ha podido establecerse que su punto de partida fue Caffa, una colonia genovesa situada en la península de Crimea. Hasta allí habría llegado procedente del continente asiático llevada por unos soldados mongoles afectados por dicha enfermedad. En una de las habituales incursiones que estos nómadas realizaban contra esa ciudad de comerciantes habrían quedado infectados algunos genoveses, que a su vez la difundirían por otros lugares. Como en aquel tiempo viajaba poca gente, establecer las vías de entrada y salida de las enfermedades contagiosas ha sido relativamente fácil para los historiadores. La peste viajaba a gran velocidad y en tres años Europa sucumbió a sus efectos. En 1347 los marinos de Caffa habían infectado Constantinopla, Sicilia, Cerdeña, Córcega y Marsella. A mediados de 1348 la peste se había adueñado de toda Italia, buena parte de Francia y Aragón. Meses más tarde estalló con violencia en Castilla, Normandía, el sur de Inglaterra y el Sacro Imperio, iniciando en 1350 su penetración en Escandinavia y Rusia.















































El origen de la enfermedad.

Pasteurella pestis
En principio no se trataba de una enfermedad humana, sino propias de los roedores, a los que mataba sin remisión. De echo, el primer indicio del comienzo de la plaga era la aparición de roedores muertos, cuyo agente es la bacteria denominada Pasteurella pestis. Pero la rata iba acompañada de una pulga que vivía con ella y de ella, y que, por tanto, también transportaba la bacteria. La pulga no distinguía entre humanos y roedores y cuando estaba en contacto con los primeros, al picarlos, le inoculaba la bacteria.

Pero la enfermedad no adoptaba una única forma. Podía presentarse como una afección pulmonar que causaba una grave insuficiencia respiratoria, y  aparecería también en una de sus maneras más temibles y mortales, la septicémica (como una infección generalizada), con hemorragias cutáneas y placas de color negro azulado; de ahí que se le conociera como "peste negra".
Por último, había una forma que se conocía como peste bubónica, que era la más frecuente. Se caracterizaba por la aparición en el cuerpo humano de unos bubones, que no eran sino ganglios linfáticos abultados en la ingle, axilas y cuello.



"Al empezar la enfermedad les salían a las hembras y varones en las ingles y los sovacos unas hinchazones que alcanzaban el tamaño de una manzana o de un huevo. La gente común llamaba a estos bultos bubas. Y en poco tiempo estas mortíferas inflamaciones cubrían todas las partes del cuerpo". Fragmento del Decamerón" de Boccacio.

Los chivos expiatorios.

Los conocimientos médicos eran tan escasos, por lo que era imposible buscar una causa para dicho mal, por eso  se buscó un culpable visible y humano. Si bien en algunos lugares se acusó a los leprosos de haber sido los agentes de difusión de la peste, fueron sobre todo los judíos quienes cargaron con dicha responsabilidad. Con gran virulencia se sintieron por toda Europa voces que reafirmaban, ahora a cuenta de la enfermedad, la hostilidad contra los hebreos, a los que se tachaba de deicistas, es decir, de haber matado a Cristo. El cronista francés Jean de Venette afirmó, sin duda recogiendo el ambiente de animadversión antisemita que se respiraba en toda la Europa cristiana de aquel tiempo, que "los judíos infectaron los pozos y las aguas y corrompieron el aire". Fueron muy significativos los ataques a las juderías alemanas y en el ámbito hispano, la zona que conoció más atentados contra los hebreos fue Cataluña, siendo bastante cruentos los ataques contra los calls o barrios judíos de Cervera, Tárrega, Lérida y Gerona.
A pesar de esta opinión generalizada entre las clases populares, semejante perspectiva era muchas veces rotundamente rechazada. Así, por ejemplo, la corte pontificia de Aviñón dio la siguiente explicación: "Corrió el rumor de que algunos criminales, y en particular los judíos, echaban en los ríos y en las aguas veneno. En realidad la peste provenía de las constelaciones o de venganza divina". Semejante fue la opinión de un cirujano francés, Guy de Chauliac, quien afirmó que el origen de la mortal epidemia había que buscarlo en la coincidencia de los planetas Saturno, Júpiter y Marte en un determinado día del año 1345.























En este sentido también se expresó Boccacio al afirmar que la difusión de la enfermedad podía obedecer a "la influencia de los cuerpos celestes o a que "nuestras iniquidades nos acarreaban la justa ira de Dios para enmienda nuestra".



Sin distinción de clases.

Alfonso XI de Castilla.
La peste negra causó una mortandad inédita en los países donde se propagó. En una crónica de los papas de Aviñon se anotó:" No se había conocido nada semejante. Los vivos apenas eran suficientes para enterrar a los muertos". Páginas más adelante se advierte una percepción exacta de la capacidad de contagio de la bacteria: " Si en una casa alguien contraía la enfermedad, era probable que todos los que allí habitaban fuesen contaminados y muriesen". A su vez, otro cronista, el francés Jean Froissart, afirma que " en este tiempo por todo el mundo corría una enfermedad, llamada epidemia, de la que murió un tercio de la humanidad". Sumamente trágica es una imagen del cronista italiano Agnolo di Tura a propósito de Siena: "El padre abandonaba al hijo, la mujer al marido y un hermano a otro hermano....Yo mismo enterré a mis cinco hijos con mis propias manos".

En el caso hispano fue víctima el rey de Castilla Alfonso XI, quien falleció en la primavera de 1350 cuando se encontraba en el cerco de Gibraltar. Ese mismo año,en una crónica de Galicia, se indica que a causa de la peste "murieron en nuestra diócesis casi las dos terceras partes de los clérigos como de los feligreses". Los historiadores actuales que estudian los documentos parroquiales en los que se asentaban muertes y nacimientos, afirman que el impacto causado por la peste negra en el terreno demográfico no ha tenido parangón. En la Península Ibérica, la comarca catalana de Vic, por
ejemplo, pasó de 18.000 habitantes a poco más de 6000. Pegó con gran virulencia  en la ciudad de Teruel, la isla de Mallorca (la primera víctima hispana fue un vecino de esa isla llamado Guillem Brassa), o en el reino de Navarra.

Cementerio hebreo de la ciudad de Toledo.
Por supuesto, no sólo los cristianos fueron víctimas de la terrible epidemia. Los hebreos, imaginarios culpables del mal, sufrieron también graves daños a causa de la peste negra, como se ve también en las inscripciones del cementerio judío de Toledo. Y por último, hay que señalar también que la epidemia se abatió sobre los reinos árabes de la Península Ibérica, como consta en los documentos del reino nazarí de Granada.





El abandono del campo.

Como consecuencia de dicha epidemia, se produjo en la Europa cristiana el abandono de numerosos núcleos de población, sobre todo en el ámbito rural. Todo indica que ese panorama no obedeció a que murieran todos sus vecinos, sino al hecho de que la mayoría de los vivos huían, particularmente a las ciudades.  Las pérdidas demográficas y el abandono de muchas tierras antes cultivadas se tradujeron, además, en un descenso de las cosechas. Eso supuso un aumento considerable del precio de los productos agrarios, pero también del salario de los jornaleros. Según consta en las Cortes de Valladolid de 1351, éstos "demandan preçios desaguisados.....en manera que los duennos de las heredades no pueden cumplir", al tiempo que "los menesteriales.... vendían las cosas de sus officios a voluntad e por mayores preçios que valían". Ante dicho panorama las autoridades públicas se vieron obligadas a intervenir con el objetivo de poner freno a la inflación. De ahí la aprobación de diversos ordenamientos de precios y salarios, entre otros los dictados por esas mismas Cortes vallisoletanas, que afectan a todos los territorios de la corona de Castilla.
Definitivamente, la peste tuvo severas consecuencias, sobre todo en el campo. ¿No se ha llegado a decir, aunque la frase nos cause sorpresa, que la difusión de la mortal epidemia supuso el final de la época agraria y el inicio del predominio de la ciudad?



La expiación, los flagelantes.

 Fue un movimiento muy llamativo de la Europa de aquel tiempo y son muchas las crónicas e ilustraciones de la época que hacen referencia al mismo. Se trataba de una muchedumbre que recorrían los caminos como si fueran de procesión, haciendo penitencia, al tiempo que pedían perdón al Señor; se les denominaba flagelantes porque se azotaban entre sí. Sus integrantes solían ser individuos pertenecientes a los sectores populares y a pesar de estar imbuidos de  un gran fervor, las autoridades religiosas no vieron con buenos ojos este movimiento.
Un texto alemán de la época, los Monumenta erphesturtensia, afirmaba que en 1349 "millares y millares de flagelantes se difundieron por Turingia y por casi toda Alemania, hasta el punto de que se vio a más de 3000 cerca de Erfurt, a 6000 en Guenstaedt, y así en las restantes ciudades. Estos flagelantes hicieron mucho mal al clero por sus prédicas y su arrogancia". Algo más tarde estos flagelantes y su movimiento fueron condenados sin remisión por la jerarquía eclesiástica. El papa Clemente VI manifestó que sus proclamas no eran más que superstición, por lo que las diversas autoridades decidieron perseguir a los flagelantes y, acusándolos de brujería, llegaron a mandar a la hoguera a alguno de ellos. El principal argumento de la acusación era el de que sus practicantes habían caído en el pecado de la soberbia al considerar que con sus actos expiaban las culpas que habían causado el castigo de la peste.




En el arte, triunfa la muerte.

Los europeos del s. XIV aprendieron a convivir con la muerte debido a ya que no les quedaba más  remedio. La contemplación habitual de cadáveres de todas las edades; la frenética huida por caminos y senderos; las hogueras en las que se quemaban ropas y demás enseres de los fallecidos o donde se ejecutaba a un flagelante de vez en cuando, dieron dieron lugar a una serie de impresionantes testimonios poéticos y pictóricos estrechamente ligadas a la representación de la muerte. A ello se debe la excepcional importancia alcanzada por las Danzas macabras. En ellas, la muerte, personificada por una mujer vieja o un esqueleto ataviado con atuendos femeninos, invitaba a bailar a los seres humanos que acuden de acuerdo con su posición social, comenzándose por los papas y los emperadores y terminando por los campesinos.





















También hay que situar en este contexto el éxito espectacular del Dies irae, canto de la misa gregoriana que hace referencia al Día del Juicio Final compuesto en el s. XII, pero que no consiguió un arraigo definitivo hasta los años siguientes a la difusión de la peste negra.





                                                     DIES IRAE




En las artes plásticas se multiplican las representaciones de cuerpos enfermos, con las bubas bien visibles, comidos por los gusanos. En un evidente gusto por lo macabro, la muerte nos dice que los placeres son efímeros y que la vida es frágil. Los frescos del s. XIV del monasterio de San Benito en Subiaco o la serie de dibujos sobre la danza macabra de Holbein atestiguan la triste fortuna de este tema; aunque he de decir que a los habitantes del antro les encanta este tipo de representaciones plásticas.




La peste negra. Monasterio de San Benito en Subiaco.

La medicina.

En el ámbito médico bien podíamos decir, peor el remedio que la enfermedad. El escaso desarrollo de la medicina durante la Edad Media, unido a las precarias condiciones sanitarias de las viviendas y a la subnutrición crónica de las clases sociales menos favorecidas, facilitó el imparable avance de la peste negra. Los remedios puestos en marcha para detenerla resultaron a la larga infructuosos, cuando no directamente contraproducentes. Uno de los más frecuentes fue la práctica de sangrías, con los que se pretendía que la sangre alterada y corrupta saliera del cuerpo del enfermo.El problema es que la pérdida  de sangre podía dejar al paciente en un estado de debilidad tal que favoreciera el avance de la enfermedad, en vez de atajar su progreso. Los médicos y curanderos también procedían a abrir los bubones, en este caso con riesgo de dañar gravemente el sistema linfático.
 Otros remedios consistían en la preparación de diversos productos, como el llamado "vinagre de los ladrones", una infusión obtenida de la mezcla de vinagre con distintas especias y hierbas, como lavanda, canela, nuez moscada...En cuanto a la triaca, era la panacea universal cuya receta era uno de los grandes secretos de los médicos y boticarios medievales. Cambiaba según quién la preparara y estaba compuesto por varios ingredientes distintos (en ocasiones más de 70), de origen vegetal, mineral o animal, incluyendo opio y en ocasiones carne de víbora fue empleada con gran asiduidad.
En lo que se refiere a la prevención, las medidas adoptadas establecían encender hogueras en las calles para purificar el aire (se creía que una alteración de éste era el origen de la enfermedad) y enterrar rapidamente a los muertos. Asimismo, se recomendaba consumir frutas y verduras aderezadas con vinagre y pimienta, practicar ejercicio físico y evitar el contacto sexual.


Retirarse del mundo o estar siempre de fiesta.

Tras los efectos de la terrible mortandad, se puso de moda en círculos religiosos o aristocráticos, un modelo de salvaguarda opuesto al de los flagelantes: la retirada del mundo. En este contexto alcanzó gran auge una obra de comienzos del s. XV, atribuida al fraile Thomas Kempis, conocida como Imitación a Cristo. Se defendía en ella el abandono de las vanidades y lujos de la vida cortesana, cultivando  un estilo modesto y recatado de la religiosidad. Y es que la propagación por la cristiandad europea de la peste negra había llegado a crear un clima de auténtica angustia existencial.

Portada de la Imitación de Cristo.Amberes, 1505
Para finalizar, mencionar que no hubo sólo búsquedas arrebatadas de Dios, sino que también se exacerbó, en algunos sectores prósperos de las ciudades, la voluntad de quienes optaban por apurar hasta el final la copa de los placeres. El cronista florentino Matteo Villani escribió que los que sobrevivieron a la epidemia en lugar de ser" mejores, más humildes, virtuosos y católicos, llevan una vida más escandalosa y más desordenada que antes. Pecan por glotonería, sólo buscan los festines, las tabernas y las delicias de las comidas, se visten de formas extrañas, inhabituales e incluso deshonestas". En el ya citado Decamerón se mencionan que muchos ciudadanos que "pensaban que la plaga se curaba bebiendo, estando alegres, cantando y divirtiéndose, y satisfaciendo todos sus apetitos. De esta última postura somos muy partidiarios en el antro y estan tod@s invitados y, no se preocupen por las ratas y la peste, aquí los zombies se las comen, es la única carne fresca que existe en el lugar. Hasta la próxima.





No hay comentarios:

Publicar un comentario