miércoles, 10 de enero de 2018

Cultos Domésticos en la Antigua Roma.

Vesta

Jano
 En el sistema de valores humanos, la familia y la vida familiar ocupaban un lugar privilegiado en el mundo romano. Este espacio estaba protegido por un conjunto de potencias divinas de carácter muy original y por rituales que se ejecutaban en el ámbito estrictamente privado controlado por el cabeza de familia o pater familias. Estos cultos constituyen uno de los rasgos más originales de la religión romana.
 El rasgo común de dichas divinidades era su carácter de espíritu y la ausencia de una personalidad individual reflejada en un nombre, una figura antropomorfa y unos mitos; tal como muestran la religión griega o los dioses romanos helenizados de la Roma republicana e imperial. Estas Divinidades se invocaban exclusivamente para funciones muy concretas (protectoras), y se consideraban como inmanentes a la casa que salvaguardaban: toda familia tenía sus propios dioses. Cada lugar de la casa estaba preservado por una divinidad: el hogar, por Vesta; la puerta y el umbral, por Jano; el almacén o penus, por los penates.
Altar de dioses lares.Casa de Menandro, Pompeii.
Penates
A ellos se añadían los dos lares, como protectores de la casa y de sus residentes, y los manes, venerados como antepasados muertos de la familia. Además, cada varón contaba con su propio protector personal o genio, un espíritu inseparable del individuo que personificaba la continuidad de la familia y que generalmente se representaba como una serpiente o como un hombre vestido con toga. Las imágenes de lares, penates, Vesta y los genios se situaron inicialmente en el atrio de la casa y más tarde en el interior de un altar, el larario.  Las divinidades familiares eran objeto de un culto regular y cada día, al amanecer y en las comidas, la familia dirigía plegarias a los penates, Vesta y Jano. Los lares recibían culto los días festivos y en tres ocasiones al mes. La fiesta de los genios se celebraba en el aniversario del pater familias.
Manes
Adeona
 Las situaciones más importantes de la vida cotidiana, desde el nacimiento a la muerte, contaban con la tutela de divinidades antiguas. Durante el nacimiento de un niño la madre era defendida de Silvano, dios de los bosques, por tres hombres que velaban la puerta de la casa. Para su protección se invocaba a Juno y a dos dioses, Picumnus y Pilumnus, que sólo se conocen en esta situación de la vida cotidiana. Por otra parte, la aceptación del recien nacido en la familia venía marcada por un sacrificio en el altar doméstico y por su encomendación a los dioses que más protegían a la juventud: Apolo, Diana y las Ninfas. Durante su infancia, el niño era protegido por diosas muy especializadas: Potina les daba de beber; Educa les hacia comer; Albeona le conducía a la escuela y Adeona protegía su retorno. Además, el niño llevaba al cuello una cajita, la bulla, que contenía talismanes contra los maleficios.


Bulla
Juventus
Otra ceremonia significativa era el paso de la infancia a la juventud. Cuando el varón cumplía diecisiete años adoptaba la denominada toga virilis, una vestimenta sin ornamentos, dedicaba la bulla de su infancia a los lares de su hogar y realizaba un sacrificio a Juventus, la diosa de la juventud.
El matrimonio era una situación aún más importante y suponía, a la vez, un acto jurídico y religioso. Mediante el primero, se aseguraba el futuro nacimiento legítimo de un niño, por lo tanto, descendiente de padres ciudadanos que habían contraído una unión legítima. El acto religioso era tanto o más significativo, ya que separaba a la novia de los cultos de su familia de origen. Las fases más importantes de la ceremonia se acompañaban de plegarias y en el momento en que se unían las manos de los esposos, se recitaba a Juno Pronuba junto a otras divinidades.



Ara Pacis (Roma s I a.C). Muestra a Eneas ante el altar de los Penates, deidades protectoras del hogar y del estado. Se creía que él los había llevado de Troya al Lacio.
Príapo

 A la entrada de su nueva casa, la desposada debía realizar una ofrenda en el altar doméstico. Durante la noche de bodas, la novia debía orar junto al lecho nupcial, sentándose sobre mutunus tutunus, una imagen de un falo que simbolizaba a Príapo, quien también era un dios guardián de los jardines, de los huertos; un dios de la fertilidad. Al día siguiente, en el que tenía lugar un banquete con los parientes, la esposa hacía una ofrenda a los lares y los penates de su nuevo hogar. 




La muerte suponía una situación muy delicada, que imponía la purificación de los vivos y el alejamiento de los difuntos, convertidos en esencias divinas(manes), a fin de que no pudieran perjudicar a los primeros. La primera obligación consistía en asegurar un entierro regular y purificar a la familia con una ofrenda a Ceres. El peligro que podían suponer los difuntos era conjurado a través de su culto. Aunque de carácter privado, estos cultos se recogían en el calendario romano. Un conjunto de fiestas de carácter importante era el formado por las parentalias, (entre el 13 y el 21 de febrero) o días de los antepasados, durante los cuales se debían visitar las tumbas y realizar ofrendas. Se completaban con las ferialias( el 21 de febrero), cuando se cerraban los templos, y las caristias ( 22 de febrero ), fecha en que se celebraba un banquete familiar. Una nueva ocasión de recordar a los difuntos eran las lemurias(9, 11 y 13 de mayo), cuando el pater familias se levantaba de noche, solo,  y arrojando habas negras a su espalda repetía la fórmula "marchad, manes de los ancestros.​ Esta era una ceremonia de protección sobre los larvae o lemures, espíritus de carácter maligno; espectros o espíritus de la muerte. Algunos autores romanos describen a los lémures como el nombre común para todos los espíritus de la muerte, y los dividen en dos clases: los lares, o almas benevolentes de la familia, que protegen la domus o casa, y las larvae, o inquietas y horribles almas de hombres malvados. Pero la  idea más común era que los lémures y las larvae son las mismas entidades. Se decía de ellas que vagaban por la noche y que atormentaban y asustaban a los vivos, igual que los vrykolakas de la Grecia Clásica, que con el paso de los siglos pasaron a ser sinónimo de vampiros. Y para finalizar se consideraba los días 24 de agosto, 5 de octubre y 8 de noviembre se establecía una comunicación entre el mundo de los vivos y de los muertos, que me recuerda mucho al Samhain de los antiguos celtas.






El Pater Familias.

El pater familias era el responsable absoluto de la organización del culto doméstico, que dirigía como sacerdote y máxima autoridad, del mismo modo que controlaba el patrimonio y la vida de todos los miembros de la familia. Él asumía la custodia de la tradición recibida de los antepasados y aseguraba su transmisión a sus descendientes. En las ocasiones normales era asistido por sus hijos; en las ceremonias especiales (por ejemplo, en la celebración del matrimonio o en el caso de un sacrificio)  era ayudado por sacerdotes, encargados de sacrificar a los animales y, especialmente, por adivinos. Toda la familia participaba en los cultos domésticos, incluidos los esclavos.
Los rituales domésticos eran muy variados. Los más simples consistían en arrojar al fuego unas gotas de la bebida que había que tomarse; los más complejos suponían verdaderas ofrendas realizadas con un ceremonial preciso, para cuya ejecución el pater familias se vestía con una toga blanca. También existía la costumbre de recoger los restos de alimento caídos de la mesa y quemarlos en el hogar tras la comida. En las ocasiones más especiales se embellecía el larario con guirnaldas de flores.
Augur romano.








A diferencia de otros ámbitos de la religión pagana, como el culto al emperador o a los dioses oficiales del estado, los cultos domésticos mantuvieron su vitalidad durante toda la época imperial. Los Emperadores cristianos de finales del siglo IV d.C e inicios del siglo V tuvieron que promulgar disposiciones específicas, amenazando con castigos severos a quienes siguieran estas prácticas con el fin de desarraigarlas.


Los cultos domésticos y la vida rural.

Cada momento del ciclo agrícola y de la jornada era acompañado de un acto religioso. Como señala Catón el Censor a mediados del siglo II a.d.C:" cuando el pater familias llegue a la granja realizará una visita de inspección, después de mostrar sus respetos a los lares familiares". A finales del siglo I a.d.C, Virgilio enumeraba las divinidades cuya presencia se invocaba en el trabajo agrícola, y cuyo nombre resultaba de la acción que cumplían: Vercator, protector del barbecho; Reparator, restaurador del suelo; imporcitor, trazador de los surcos; insitor, sembrador; Obarator, arador de campos; Ocator, rastrillador.....En pleno siglo I d.C, el agrónomo Columela seguía otorgando un papel importante a la religión. Al especificar las funciones del supervisor de una propiedad, señala que"no podrá especificar sacrificios, si no es por mandato expreso del dueño. No admitirá en la finca adivinos o hechiceras, gente que con su vana superstición impulsan a los ignorantes a realizar gastos y, después, a cometer maldades".

Silvano, deidad protectora de bosques y rebaños. Debía ser alejado de las parturientas durante el alumbramiento.
      



Ceres, diosa romana de la agricultura, se corresponde con la diosa griega Deméter, "madre de los cereales". El nombre de Ceres se relaciona con una raíz latina que significa "brotar"; de ahí que se la represente en plena germinación.


De origen etrusco, los lares carecen de una mitología propiamente dicha. Una leyenda que relata Ovidio, los presenta como hijos de Mercurio con funciones análogas a éste, dios de las encrucijadas y de la prosperidad. Generalmente se les representa bajo la figura de adolescentes con vestiduras cortas que portan en una mano el cuerno de la abundancia mientras se sostienen sobre la punta del pie. En la imagen larario de la casa de los Vetti (Pompeya).




 


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