miércoles, 12 de marzo de 2014

EL CINE Y LOS VAMPIROS V : HUMOR Y SANGRE.

El baile de los vampiros.
A finales de los 60 y en la década de los 70 eclosionaron las películas que mezclaban humor con terror, los denominados "spoofing" (parodias), cuyo precedente fueron los filmes de Bud Abbott y Lou Costello en los años 40. La primera de ellas es El baile de los vampiros (1967), donde un disparatado cazador de vampiros, el doctor Ambrosius (Jack MacGrwran), viaja a
Transilvania a probar la existencia de los vampiros acompañado de su joven
ayudante (Roman Polanski). Allí se detienen en una posada que está adornada con múltiples ristras de ajo. Después de interrogar a los lugareños, estos les informan que en sus cercanías no existe ningún castillo con no muertos y que los ajos son un adorno decorativo típico de la región. Allí nuestros protagonistas conocerán a la bella hija de los posaderos, la mítica Sharon Tate, que mientras se toma un memorable baño de espuma es secuestrada por el noble nosferatu local. Los dos inespertos cazadores partirán en busca de la guarida  de los chupa sangres empezando aquí una disparatada cascada de gags humorísticos sin parangón (memorable la escena en que Polanski es cortejado por un rubio y pálido vampiro gay). El guión estaba firmado por Gérard Brach y por Polanski, que también la dirigió. Supo dotar a su cinta de un clima gélido, nevado, que es una constante en esta obra maestra y todo esto aderezado con un singular castillo gótico y la música trepidante del gran Komeda.
La segunda de estas hilarantes cintas de vampiros llegará en 1974 bajo el título de Vampira, que intentaría emular pero sin conseguirlo al Jovencito Frankestein. David Niven se pone los colmillos del noble transilvano, que ya viejo y cansado se ve obligado a acoger visitas en su castillo para poder conseguir sus dosis de hemoglobina para sobrevivir. Pero todo cambia para el viejo Niven cuando llegan un grupo de Playmates o Conejitas a su castillo, encabezada por la exuberante Teresa Graves. Al beber de la sangre de una de ellas que es de color, la piel del conde cambia al negro y después de una serie de disparatadas aventuras sus protagonistas acaban en Río de Janeiro. La dirigió Clive Donner, que debutaba aquí con el género de la comedia y para muchos críticos la peor de su carrera, pero queridos lectores del antro, visiónenla y opinen después.
Finalizaré esta trilogía con Amor al primer mordisco (1979). Aquí Drácula (George Hamilton) tiene que vender
su castillo para poder pagar los impuestos atrasados; aquí nadie se escapa del fisco. Junto a su fiel compañero Renfield marcha a New York en busca de una modelo que ha visto en  fotos y de la cual se ha enamorado (Susan Saint James). Allí tropieza con las situaciones típicas de la vida de la gran ciudad y a las cuales no está acostumbrado; me reí mucho cuando entra trasformado en murciélago por una ventana y es recibido a escobazos por una mujer mayor. También tiene que sufrir los ataques del prometido de la mujer a la que ama, el doctor Jeff Rosenberg y del torpe teniente de la policía Ferguson. La cinta estuvo dirigida por Stan Dragoti y fue nominada a los Globos de Oro en 1979 a la categoría de mejor actor. Estas cintas serán las precursoras de todo lo que vendrá después: Noche de miedo, Jóvenes ocultos, Besos de Vampiro, Un vampiro suelto en Broklyn (donde Eddie Murphy parodia a Blakula) y muchas más, pero no adelantemos acontecimientos, todo a su debido tiempo, tenemos toda la eternidad por delante.


Sharon y la espuma.


Polanski cortejado por un vampiro gay.


Cuidado, que Niven muerde.



El bello despertar de Susan Sant James.











                                       










                                                           










                                               


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