miércoles, 4 de junio de 2014

Necromancia.



La necromancia es una de las artes oscuras más antiguas de la humanidad y ya en la Grecia Arcaica encontramos a Odiseo utilizándola para invocar al alma del adivino Tiresias. Consiste en la invocación que hace el mago a los poderes ocultos para que los muertos salgan de sus tumbas y obligarlos a adivinar el porvenir o a revelar el lugar donde han escondido un tesoro. Los invocados tienen que ser muertos que no sean capaces de reposar en paz en sus sepulturas, unas veces por  haber cometido un crimen, otras por llevarse un importante secreto con ellos y a veces por incumplir un juramento. Vagan entonces por la oscura noche; especialmente las invernales y de tormenta, visitando el lugar donde han escondido algún tesoro o bien gritando y revelando al susurrante viento sus secretos. Caminan fantasmalmente sin mover las piernas siempre hacia los mismos parajes o permanecen sentados horas y horas, sumidos en una tétrica y esotérica contemplación. En otras ocasiones remedan automaticamente los actos que habían protagonizado cuando estuvieron vivos, una y otra vez. El necromántico los invoca pronunciando sus palabras mágicas y los muertos obedecen la orden de reincorporarse, acudiendo a la presencia del mago y revelándole sus secretos. Entre los más celebres destacaría las figuras de Edward Kelly y John Dee. Ambos dejaron su Inglaterra natal y recorrieron varios países dedicándose a este peligroso arte. A la muerte de Kelly, Dee regresó a su patria y redactó un alucinante libro: "Verdadera y fiel relación de lo que aconteció durante años al doctor Dee y algunos espíritus". En la obra hay un capítulo de título "Del gran arte de hablar con los muertos", donde John nos da las pautas a seguir para trabajar en el oficio. El necromántico a de asistir a la misa de Navidad a media noche y en el momento de la elevación debe inclinarse murmurando estas palabras: "Que los muertos se levanten y vengan a
John Dee (1527-1608)
mí". Seguidamente debe de abandonar la iglesia y encaminarse al campo santo más próximo y acercarse a la primera sepultura y pronunciar este conjuro: "Potencias infernales, vosotras que aportáis las desdichas a todas las desdichas a todo el universo, abandonad vuestra sombría morada y atravesad la laguna Estigia", después de una breve pausa añade, "Si retenéis en vuestro poder a aquél o aquella a quien llamo, os conjuro, en nombre del rey de reyes, de hacérmelo aparecer a la hora que os indicaré". Pronunciadas estas palabras, el mago coge un puñado de tierra y lo esparce sobre la tumba murmurando. "Que quien es polvo despierte en su tumba, que salga de sus cenizas y responda a las preguntas que yo le haré en nombre del padre de todos los hombres".
Se arrodilla el necromántico y permanece mirando hacia oriente hasta que amanece. Después, debe apretar dos tibias contra su pecho formando una cruz de San Andrés, abandona el cementerio y echa la pareja de huesos en el templo más cercano. Debe proseguir su camino hacia el poniente y una vez que halla recorrido cuatro mil novecientos pasos; ni uno más ni uno menos, se debe tender en el suelo poniendo una mano sobre las piernas y alzar los ojos hacia la luna invocando al difunto elegido con estas palabras. "Ego sum, te peto et videre Queo". El difunto se presentará y contestará las preguntas del mago, que debe despedirlo con estas palabras. "Vuelve al reino de los Elegidos. Me complace que estes allí". El doctor Dee recomienda que el ritual se desarrolle con rigurosa exactitud, ya que cualquier fallo puede acabar en desastre y caer el oficiante en manos de Satanás. Ahora los dejo, ya que un tal John Dee está invocando al espíritu del vampiro Agnus; un habitante del antro que escondió el Necromicón y creo que se ha equivocado en el número de pasos.  En vez de caminar a poniente va hacia el oriente, me va a llenar el local de demonios y esos no pagan nunca la consumición.











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